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Reflexiones de un millonario sobre la pobreza en el mundo

“No es justo que tengamos tanto dinero cuando miles de millones de personas tienen tan poco. Ni tampoco es justo que nuestra riqueza nos abra puertas que permanecen cerradas para la mayoría”. La frase es una de las respuestas a diversos interrogantes que figuran en el mensaje anual que acaba de difundir la Fundación Bill y Melinda Gates, en la que el magnate de la informática y su esposa explican los avances y retrocesos de los programas de salud y educación que apoya la institución en todo el mundo con el fin de reducir los índices de pobreza.

La conocida Fundación fue creada por la pareja norteamericana en el año 2000, y tiene como costumbre publicar cada año una carta en la que informan sobre las obras de bien público que apoyan en todo el mundo, especialmente en los países pobres. La misiva difundida esta semana lleva por título “Diez preguntas difíciles que nos suelen hacer” y la frase con la que se inicia este artículo corresponde a la octava pregunta: “¿Es justo que ustedes tengan tanta influencia?”. En la respuesta a ese cuestionamiento, Gates y su esposa señalan que sus objetivos como fundación no esconden ningún secreto. “Hablamos abiertamente de lo que financiamos y de los resultados logrados.

Llevamos a cabo esta labor, y nos servimos de toda la influencia que podamos tener, para ayudar a tantas personas como sea posible y para fomentar la equidad en todo el mundo. Si bien hemos cosechado algunos éxitos, creo que ahora mismo no sería fácil argumentar que hemos logrado que el mundo preste excesiva atención a la salud, la educación y la pobreza”, reflexionan los miembros de la pareja que se definen como “optimistas impacientes que luchamos por reducir la desigualdad”. En la carta de la Fundación ambos expresaron también su preocupación por la visión de “Estados Unidos primero” que impulsa el presidente norteamericano Donald Trump y, en ese sentido, aclaran que no plantean que Estados Unidos no deba cuidar a su gente, sino que la cuestión pasa por cuál es la mejor forma de hacerlo. “Se ha comprobado a lo largo del tiempo que comprometerse con el mundo beneficia a todos, incluidos a los estadounidenses, más de lo que lo hace el apartarse”, señala la misiva donde los dueños de Microsoft critican los fuertes recortes propuestos por el magnate devenido en presidente de Estados Unidos en la ayuda a otros países. Situados en la vereda opuesta a la posición de Trump, ratificaron su compromiso de seguir luchando para erradicar las desigualdades y abogaron para que EEUU continúe liderando la lucha contra las enfermedades y la pobreza en el extranjero.

Gates observó que estos esfuerzos permiten salvar vidas en todo el mundo y, a la vez, también crean puestos de trabajo en Estados Unidos y hacen que los estadounidenses estén más seguros haciendo que los países pobres sean más estables y frenando brotes de enfermedades antes de que se conviertan en pandemias. La visión del fundador de Microsoft es, afortunadamente, más abarcadora que la miopía de Trump, que no para de hacer papelones como cuando visitó en Puerto Rico a los damnificados del huracán que había destrozado la isla y no tuvo mejor idea que tirar rollos de papel higiénico a un grupo de damnificados. A diferencia del egoísmo que pregona Trump, Gates entiende que el mundo es un espacio único con vasos comunicantes, donde la enfermedad que afecta al más desprotegido del país más pobre del planeta puede convertirse en una pandemia global si no se garantizan los derechos básicos a las poblaciones más desposeídas del planeta. Pero a esta altura de los acontecimientos no sorprende que Trump tenga lamentables expresiones al debatir su política migratoria como cuando pretendió humillar a El Salvador, Haití y a las naciones africanas al catalogarlas como “países de m...”.

“El mundo no es un lugar más seguro cuando hay más gente enferma o hambrienta”, advierte Gates. La reflexión adquiere singular importancia en un mundo donde el 82 por ciento de la riqueza global generada durante el año pasado fue a parar a manos del 1 por ciento más rico de la población mundial, mientras el 50 por ciento más pobre, es decir 3700 millones de personas, no se benefició del “derrame” que, según algunas teorías económicas, debía producir la acumulación de tanta riqueza en tan pocas manos.
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