Científicos rosarinos descubren una bacteria que actúa sobre la longevidad
Un grupo de científicos rosarinos descubrió una bacteria probiótica que actúa directa y positivamente sobre la longevidad. La noticia es que además el probiótico puede incorporarse a cualquier alimento o bebida, por lo que su acceso se vislumbra mucho más accesible y frecuente. Roberto Grau, director de la investigación, sostuvo que sólo resta iniciar el trámite de admisión de esta bacteria como aditivo alimenticio. “Este tipo de descubrimiento sirve para poner en evidencia la importancia de la ciencia y de la ciencia aplicada”, celebró en diálogo con este medio.
Grau tiene 54 años y hace 32 que estudia la bacteria Bacillus Subtilis. Después, siguió investigándolo: una tesis doctoral acá, otra en Estados Unidos y luego haciendo investigación básica, hasta que en 2003 decidió pensar en aplicaciones. “Lo que buscaba era darle una utilidad a lo que hacíamos”, recordó. Y lo que hacía era trabajar con estas bacterias probióticas, es decir, que producen un efecto beneficioso sobre la salud de la persona que lo consume. “Para que el efecto sea ese, es esencial que el probiótico llegue vivo a la persona. Y uno de sus mayores problemas es que requieren cadena de frío para mantener viva la bacteria”, explicó
Sin refrigeración
La bacteria Bacillus Subtilis tiene la característica de no necesitar refrigeración. “Y la particularidad de producir un tipo de célula que se llama espora, que es altamente resistente y que, luego de ser consumida, germina y aparece la bacteria probiótica activa, produciendo efectos beneficiosos”.
La pregunta clave en esta investigación llegó después de trabajar frente a las virtudes de la bacteria en gente inmunocomprometida ¿Tendrá además un efecto positivo sobre una persona no enferma? ¿Y sobre la expectativa de vida? Grau contó que la primera vez que se preguntó sobre esto fue en 2006. Estaba en Boston, Estados Unidos, tomando un café y vio la tapa de una revista. “Tenía una persona jugando golf a los veinte años, a los cuarenta y después a los sesenta, y así hasta los 120. Era siempre la misma imagen. El artículo hablaba de los genes de la longevidad. Así arrancamos”.
Grau maduró la idea hasta hace unos dos años y medio, cuando comenzó a estudiar sobre un gusano cuyas características permitían extrapolar los resultados al ser humano. “Comenzamos a trabajar con este invertebrado que tiene una característica: los mismos genes que nos llevan a envejecer están presentes en este gusano. Esta bacteria probiótica incorporada al gusano alarga la vida en promedio en un 55 por ciento, tanto en tiempo como en calidad”, dijo.
Explicó que es la primera vez que se demuestra cuáles son los genes de la bacteria probiótica necesarios para que produzca el efecto prolongevidad, y a su vez, cuáles son los genes del operador que participan para alargar la vida sin enfermarse. “Y ese es el objetivo de la ciencia en el siglo veintiuno”, concluyó.
Su equipo cuenta con un subsidio del Conicet y del Ministerio de Ciencia para desarrollar alimentos y bebidas para humanos que contengan estas bacterias. Lo que queda ahora es iniciar los trámites de admisión de la Bacillus Subtilis como aditivo alimenticio.
Pero también, contó el investigador, existe una empresa en Estados Unidos que produce esporas similares, aunque con otra bacteria.
“Los contacté para empezar a trabajar juntos”, señaló entusiasmado. Grau hizo hincapié, además, en la importancia de estos descubrimientos y de su difusión.
“Se pone en evidencia la importancia de la ciencia y su aplicación. Mi investigación de años fue siempre una inversión, nunca un gasto. La ciencia da frutos, a largo o corto plazo”, aseguró.
Grau tiene 54 años y hace 32 que estudia la bacteria Bacillus Subtilis. Después, siguió investigándolo: una tesis doctoral acá, otra en Estados Unidos y luego haciendo investigación básica, hasta que en 2003 decidió pensar en aplicaciones. “Lo que buscaba era darle una utilidad a lo que hacíamos”, recordó. Y lo que hacía era trabajar con estas bacterias probióticas, es decir, que producen un efecto beneficioso sobre la salud de la persona que lo consume. “Para que el efecto sea ese, es esencial que el probiótico llegue vivo a la persona. Y uno de sus mayores problemas es que requieren cadena de frío para mantener viva la bacteria”, explicó
Sin refrigeración
La bacteria Bacillus Subtilis tiene la característica de no necesitar refrigeración. “Y la particularidad de producir un tipo de célula que se llama espora, que es altamente resistente y que, luego de ser consumida, germina y aparece la bacteria probiótica activa, produciendo efectos beneficiosos”.
La pregunta clave en esta investigación llegó después de trabajar frente a las virtudes de la bacteria en gente inmunocomprometida ¿Tendrá además un efecto positivo sobre una persona no enferma? ¿Y sobre la expectativa de vida? Grau contó que la primera vez que se preguntó sobre esto fue en 2006. Estaba en Boston, Estados Unidos, tomando un café y vio la tapa de una revista. “Tenía una persona jugando golf a los veinte años, a los cuarenta y después a los sesenta, y así hasta los 120. Era siempre la misma imagen. El artículo hablaba de los genes de la longevidad. Así arrancamos”.
Grau maduró la idea hasta hace unos dos años y medio, cuando comenzó a estudiar sobre un gusano cuyas características permitían extrapolar los resultados al ser humano. “Comenzamos a trabajar con este invertebrado que tiene una característica: los mismos genes que nos llevan a envejecer están presentes en este gusano. Esta bacteria probiótica incorporada al gusano alarga la vida en promedio en un 55 por ciento, tanto en tiempo como en calidad”, dijo.
Explicó que es la primera vez que se demuestra cuáles son los genes de la bacteria probiótica necesarios para que produzca el efecto prolongevidad, y a su vez, cuáles son los genes del operador que participan para alargar la vida sin enfermarse. “Y ese es el objetivo de la ciencia en el siglo veintiuno”, concluyó.
Su equipo cuenta con un subsidio del Conicet y del Ministerio de Ciencia para desarrollar alimentos y bebidas para humanos que contengan estas bacterias. Lo que queda ahora es iniciar los trámites de admisión de la Bacillus Subtilis como aditivo alimenticio.
Pero también, contó el investigador, existe una empresa en Estados Unidos que produce esporas similares, aunque con otra bacteria.
“Los contacté para empezar a trabajar juntos”, señaló entusiasmado. Grau hizo hincapié, además, en la importancia de estos descubrimientos y de su difusión.
“Se pone en evidencia la importancia de la ciencia y su aplicación. Mi investigación de años fue siempre una inversión, nunca un gasto. La ciencia da frutos, a largo o corto plazo”, aseguró.
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