La Argentina, entre dos costosos camiones

Apretados entre dos sectores sobre ruedas. Así estamos. Un sector, es el de la Patria sindical, movilizada para defender conquistas laborales que no se sabe muy bien cuáles son en un país con 35 por ciento de empleo en negro, alto desempleo y poca gente en el mercado de trabajo.

La figura estelar es Hugo Moyano, pero no es la única. Los fogoneros del club del helicóptero se le suman con ansias.

Mientras el jefe de los camioneros agita banderas gremiales para curarse en salud frente a investigaciones judiciales, negocios en empresas a las que parece tratar como propias e intereses políticos y económicos en el mundo deportivo, algunos de los sindicalistas que no se le suman ya están intentando cobrar su favor a Mauricio Macri con la liberación de fondos para sus obras sociales y con la habilitación de las cláusulas gatillos en las paritarias salariales, que el gobierno rechazaba hasta hace una semana para no dar la idea de que la inflación está descontrolada.

Del otro lado hay otros camioneros. No son empleados sindicalizados sino, en general, pequeños empresarios que muchas veces manejan sus propios vehículos. Viven en los pueblos de toda la pampa y trabajan para el agro. Son el segmento menos eficiente.

Tienen que controlar sus gastos al extremo. Cambiar los neumáticos es siempre un desafío. Su trabajo es muy estacional, muy dependiente de la cosecha, por lo que parte del año están sin trabajo. Su riesgo es siempre comerse el capital: no llegar a cambiar el camión cuando no dé más.

Por eso exigen una tarifa fijada políticamente, fuera de la competencia del mercado. Y que la Afip controle su pago. Algunos quieren incluso obligar a los productores a contratar sólo a los camioneros de cada pueblo. Por estos días son un soviet rodante que ha llegado a amenazar a conductores, secuestrar camiones y decomisar granos que tiran sobre las rutas.

Los que están en los cruces son sólo una porción de los empresarios del transporte. Las firmas más grandes, con capacidad de inversión y clientes más sólidos, no protestan, aunque los piquetes las complican. Por eso, por ahora, nodos clave de los granos, como el complejo de Aceitera General Deheza en el centro-sur de Córdoba, no se quedaron sin materia prima para la molienda.


Caros, muy caros

El problema es que todo este conglomerado es demasiado costoso para la Argentina. El año pasado, la Bolsa de Comercio de Rosario elaboró un informe según el cual los costos del transporte de granos en Argentina son 76 por ciento mayores a los de Estados Unidos y 70 por ciento mayores a los de Brasil.

Estados Unidos y Brasil son los mayores competidores agrícolas de Argentina. Llevar granos del NOA a Rosario cuesta lo mismo que llevarlos de Rosario a China.

En la agenda lentamente gradualista del Gobierno nacional hay puntos que amenazan ese costoso estado de cosas. Se promete promover las cargas ferroviarias (cuyo volumen viene creciendo en los últimos años), revitalizar el Belgrano Cargas y hacer obras inéditas en más de 70 años (como una circunvalación ferroviaria para evitar que los trenes tengan que seguir pasando por el medio de Santa Fe capital, por ejemplo) con ese fin.

Sobre el asfalto también hay cambios. Hace semanas se habilitaron los camiones bitrenes, algo de lo que se hablaba desde hace décadas pero nunca se hizo.

Los choferes afiliados al gremio de Moyano no verán reducidos sus salarios con los bitrenes. Pero transportarán más carga en el mismo viaje. Pueden bajar un 30 por ciento los costos por tonelada transportada, todo depende de las distancias.

Para muchos pequeños empresarios del transporte los bitrenes serán una nueva competencia a la que no todos podrán sumarse. Los trenes prometen ser una amenaza eventualmente mayor para estos sectores, aunque algo más distante en el tiempo.

Los pequeños empresarios del transporte no son lo mismo que Moyano. Y Moyano tiene problemas que van más allá de trenes y bitrenes. Pero esta semana ambos son socios de hecho. Pusieron dos camiones en cada punta del país. Y aceleran.

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