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La intolerancia argentina

La mafia china se apodera del negocio de los comestibles, los brasileños y peruanos "invaden" las universidades públicas y les quitan lugares a los argentinos. Los sirios refugiados de la guerra civil que ingresan al país, sean musulmanes o cristianos, son todos terroristas islámicos. Los chilenos son todos "pungas", los judíos manejan las finanzas y los medios de comunicación, los bolivianos y paraguayos pertenecen a una categoría humana inferior, los alemanes son todos nazis.

Sería imposible medir con exactitud qué porcentaje de esos prejuicios racistas, xenófobos y antisemitas anidan en el conjunto de la sociedad argentina porque pocos se animarían a expresarlos públicamente. Menos aún los personajes públicos porque sería un discurso políticamente incorrecto.

Sin embargo, en los estadios de fútbol se escuchan con frecuencia cánticos contra los jugadores extranjeros de países limítrofes. También, hubo casos de policías corruptos que han violado domicilios de ciudadanos de origen chino para robarles porque son un blanco más fácil al ser extranjeros y no hablar castellano. Lo mismo ha ocurrido durante las épocas de saqueos: los asiáticos llevaron la peor parte. Todavía resuena en la conciencia de todos el llanto del comerciante chino del Gran Buenos Aires, en la crisis del 2001, que veía cómo le robaban toda la mercadería de su pequeño local. Ante una situación semejante, probablemente hoy volvería a ocurrir lo mismo.

Además, algunos sectores del progresismo argentino confunden, seguramente por ignorancia, cuestiones elementales de política internacional y lanzan acusaciones sin sustento, sea en Medio Oriente o Latinoamérica. Otras agrupaciones, algunas lideradas por ex piqueteros impresentables, han participado incluso de seminarios en Irán donde se pretendía demostrar la falsedad de los crímenes del nacionalsocialismo alemán durante la Segunda Guerra Mundial. Junto a la reunión de la peor lacra del planeta, hubo argentinos que dieron el aval con su presencia y que no por casualidad fueron invitados.

Pero donde más se aprecia la intolerancia de la sociedad ante grupos sociales de otras nacionalidades o hacia pensamientos diferentes es en las redes sociales, esa masa amorfa que por su anonimato permite conocer el pensamiento oculto de parte de la sociedad, que allí aparece en forma genuina.

Sólo basta con recorrer los comentarios de los "lectores" ante una información de carácter social o alguna acción del Estado nacional, provincial o municipal, para asistir a la marginalidad y la pobreza. Aparecen hordas de fanáticos que se sienten superiores y abogan por el exterminio de la gente en esa condición. Lo mismo ocurre ante un hecho de inseguridad, donde resalta el reclamo de la pena de muerte y hasta la ejecución sumaria de quienes aún ni han sido juzgados.

Ni que hablar de la caterva de nazis, fascistas y reaccionarios que libremente expresan sus sentimientos sin temor a ser reconocidos. ¿Puede avanzar un país con una sociedad tan intolerante y tremendamente xenófoba? ¿Lo que se expresa por las redes sociales es el verdadero sentimiento de miles de argentinos? ¿O es sólo una parte enferma la que se manifiesta?
Algunos psicoanalistas sostienen que por no tolerarse las diferencias se deshumaniza al otro, o se lo pone en el lugar del enemigo y así se pueden descargar la propia violencia y también las frustraciones.

Un tiempo antes de morir, al genial Umberto Eco le preguntaron sobre este tema. Es sabido que el semiólogo y novelista italiano prefería el libro impreso a leerlo en una computadora y que si bien entendía el nuevo fenómeno finisecular de la globalización de la información y la participación de la gente, se animó a decir lo siguiente a un diario italiano que lo entrevistó: "Las redes sociales les dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos rápidamente eran silenciados, pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los imbéciles. Si la televisión había promovido al tonto del pueblo, ante el cual el espectador se sentía superior, el drama de internet es que ha promovido al tonto del pueblo como el portador de la verdad".

Seguramente este artículo no se apartará de las generales de la ley que describe Eco, pero es importante advertir y estudiar, en un abordaje multidisciplinario, este execrable fenómeno creciente de la intolerancia y el rechazo al diferente que se advierte en parte de la sociedad argentina.
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