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El regalo de un alumno santiagueño que hizo llorar a su maestro

La celebración del Día del Maestro está cargada de simbología en el imaginario de los chicos, cuestión que es acentuada por tradiciones que aún se mantienen relacionadas con el reconocimiento a las personas volcadas al magisterio. Así, en todas las escuelas se multiplican las anécdotas por las manifestaciones de cariño de los alumnos a los docentes.

Por estos días se conoció un caso protagonizado por un alumno de tercer grado de una escuela santiagueña cuya actitud causó en su maestro una profunda emoción, y no dudó en compartir el hecho en las redes sociales.

La historia del nene santiagueño, Matías Ezequiel Barraza, ocurrió en la escuela 579 Manuel Fariña Seoane, de Pozo Betbeder, una localidad de 460 habitantes del departamento Pellegrini (noroeste de Santiago, en el límite con Salta).

Matías quería regalarle algo a su maestro pero se sinceró y le dijo que se le había pasado la fecha. Con toda su inocencia le escribió una carta explicándole los motivos de su olvido.

Su maestro, Bruno Gaston Ruiz, quiso compartir lo que vivió a través de Facebook y le sacó una foto a la carta junto al valioso regalo que le hizo su alumno.

"Maestro Bruno no le compré un regalo porque me olvidé, pero le voy a dar plata que me dio mi mami para comprar un chizito y caramelos. Es un maestro muy bueno y lo quiero mucho", escribió el nene en una hoja de cuaderno de tapa dura que cortó lo más prolijo que pudo y se la entregó junto con tres monedas de un peso, una de 50 centavos y otra de 25 centavos.

Bruno destacó el gesto del nene y le dijo al diario El Liberal: "La verdad, son estos actos los que nos hacen dar cuenta de lo que es ser docente y sentir orgullo del trabajo que hacemos".

También agradeció los saludos que recibió a través de su cuenta de Facebook de colegas, familiares y gente desconocida, como Mirta Celiz, quien le respondió en la nota colgada en Facebook: "Profe, guarde esas monedas y esas palabras. Son muy valiosas. Las recordará toda su vida".

Bruno contó que todos los días recorre 60 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta para encontrarse con sus alumnos en la escuela.

"A la noche cuando llegué a mi casa abrí los regalitos que me hicieron los chicos y había caramelos, dibujitos y entre ellos una cartita con unas monedas adentro", explicó. "Cuando leo la cartita de Matías se me hizo un nudo en la garganta y algunas lágrimas se me escaparon", confesó Bruno.
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