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La escuela, herramienta privilegiada para formar en valores democráticos


Años después del fin de la Segunda Guerra Mundial, el filósofo alemán Theodor Adorno afirmó que el objetivo principal que se debía plantear la educación en el mundo era evitar que Auschwitz se repitiera. Retomando esta idea de Adorno, a 40 años del último golpe cívico militar en la Argentina, es posible plantear que el objetivo central de la escuela argentina debe ser educar niños, jóvenes y adultos formados con valores que impidan que se vuelva a instalar el terrorismo de Estado a partir de la interrupción de la institucionalidad democrática. Ello implica que, sin lugar a dudas, la escuela debe transmitir conocimientos y saberes que permitan a sus egresados incorporarse al mundo del trabajo y a la continuidad de los estudios. Pero que su fundamento principal es formar hombres y mujeres que sean profundamente respetuosos de los derechos humanos y de la convivencia democrática. La escuela es la institución responsable de trasmitir los saberes y valores que cada sociedad y generación deciden legar a las generaciones futuras. En la definición de qué es lo que se transmite a partir del accionar pedagógico, se puede percibir claramente cuáles son los valores en torno a los que se pretende construir el orden social. Por ello construir una sociedad democrática, especialmente después de la dramática situación que vivió la Argentina durante la dictadura, exige de una escuela que coloque en el centro de su preocupación el respeto por los derechos humanos, la paz, la convivencia, la diversidad, la participación y el pluralismo.

Con esta concepción, el gobierno de Raúl Alfonsín, que asumió el 10 de diciembre de 1983, rápidamente emprendió una profunda revisión de los contenidos escolares prescritos por la dictadura. También trabajó fuertemente en la modificación de las reglamentaciones autoritarias que regulaban el funcionamiento de las instituciones educativas. Si bien el cambio en los diseños curriculares se puede implementar con relativa rapidez, la llegada de los nuevos contenidos a las aulas es un proceso de mediano plazo porque está mediatizada, entre otros factores, por la edición de nuevos libros y la capacitación docente en los valores y saberes a transmitir. Respecto del funcionamiento democrático de las instituciones educativas, se trata de un proceso aún más extendido en el tiempo. No se trata únicamente de cambiar las reglamentaciones. Es necesario un cambio muy profundo en la cultura escolar, que estaba muy marcada por la impronta autoritaria de la dictadura. Como todos sabemos, el cambio de las actitudes de las personas es un proceso mucho más complejo que la modificación de los documentos. Exige políticas de Estado que trasciendan los períodos constitucionales y se legitimen en la vida cotidiana
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